viernes, 20 de febrero de 2009

M I B I S A B U E L A

Sentados, alrededor de las cuatro de la tarde y tomando mates dulces (aunque yo tome amargo), ella, me contaba una vez más sus historias de la juventud…
Y yo pensaba para mí: “Que mente brillante, 94 años y acordarse de todas las cosas…si pudiera acordarme lo que hice ayer”.
Volví a escuchar la historia de que le gustaba comer fideos crudos, de que su madre no la dejaba estudiar pero ella aprendía a leer (gracias a su hermana) a escondidas, que cuando había tenido su primera menstruación le dijo a la madre que se había cortado la vagina. Las sabía a todas de memoria pero nunca me cansaba de escucharlas.
De repente me dijo que quería mostrarme unas fotos y cómo si a mi no me gustaran (una gran mentira) acepté rápido su propuesta. Fuimos a su cuarto y en un cajón de ese gigantesco ropero estaban todas las fotos guardadas. Me acuerdo que una vez cuando era chico me puse a ver fotos de mi abuela las cuales eran todas en cuadrados pequeños (idénticas a las que te daban cuando yo iba a los circos) y un aparatito para verlas, me recorrí todo el viaje a Las Cataratas. Ella, al igual que mi abuela tenías millones de esas, pero también había en blanco y negro, en colores desteñidos y una de ella cuando era jóven. Me llamó la atención y le pregunté de cuando era. A lo que ella respondió con una historia.
Cuando ella se había mudado a Ensenada (una ciudad de la provincia de Buenos Aires cerca de La Plata), había un fotógrafo famoso que fotografiaba a la gente. Me dijo, que un día por el centro ella se encontró con ese fotógrafo y le hizo una sonrisa. El, casi perplejo se la quedó mirando segundos, que según ella parecieron horas; la salió a buscar corriendo detrás de ella y le quiso fotografiar su hermosa dentadura. María, que así se llama, no quiso aceptar por más condiciones que el fotógrafo había puesto. Me contó que no quería sentirse observada y que le daba muchísima vergüenza y sobre todo tenía miedo de que la foto circule por todos lados. Y volví a pensar para mí: “Siempre tan cautelosa ella con las cosas”.
- Así que así fue, me dijo, el fotógrafo salió caminando decepcionado porque no me pudo sacar la foto. Aunque cuando sea vieja me gustaría que me saquen esa foto.
Y pensé por última vez: “Todavía sigue teniendo su dentadura y no perdió ningún diente, yo estoy lleno de caries y me duelen las muelas. Y por sobretodo piensa que no es vieja”

Y así la voy a recordar, con sus historias, que siempre voy a creer que son verídicas y con esa simpleza que tiene por todo, y más la voy a mirar por nunca querer envejecer.

2 comentarios:

valeria dijo...

Que hermosa historia! Y que lindo tener una bisabuela que te las pueda contar... yo no conocí a ninguna bisabuela :(
Pero mi abuela de vez en cuando me sorprende con alguna bella historia de su juventud inocente...
¡Times are changing!

Pero a veces creo que yo vivo en un mundo propio a destiempo, en mi hermoso mundo interior en sepia.

Te quiero!

mig dijo...

buenisima la historia
me hizo acordar a mi abuela y su olor a torta fritas y cafe con leche que podia sentirse en toda la mansana


un abrazo capo el nombre de tu blog es genial